28/1/09

Día oscuro, noche clara.

Su corazón bombeaba la sangre hirviendo por todo el circuito de sus venas. Rápidamente el líquido de la vida fluía por todo su cuerpo. Los intervalos, cada vez más cortos. Sus ojos reflejaban ahora ese color a histeria, esa mirada de incertidumbre queriendo explicar todo sin encontrar argumentos. El negro de sus pupilas había conquistado el territorio del iris. Una fuerte presión hacía presa su cabeza, a punto de estallar sin haber si quiera cambiado de forma. La mandíbula, acero cerrado herméticamente, llena de dientes castañeteando sin sentido. Tenía apretados los puños tan fuertemente que ya notaba la sangre resbalar por sus nudillos mientras las uñas se clavaban en sus palmas. La garganta no emitía sonido audible, pero interiormente un huracán agitaba todo se cuerpo. No podía pensar, ni moverse; no podía hacer nada. Desterrado de la forma humana para convertirse en estatua. Una palabra clavada en su frente; impotencia.

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